



En un día como el de hoy, treinta y cinco años atrás, el núcleo más duro del capital concentrado asumió el control de la Argentina. Para ello, utilizó a las Fuerzas Armadas y también a la mayor parte de los Partidos Políticos.
Falso era el argumento de defender al gobierno de la “agresión subversiva”, que estaba derrotada mucho antes del 24 de marzo de 1976. Ya a fines de 1975 los grupos armados habían quedado aislados de la masa de la población, y en esas condiciones no había modo de que llegaran al poder.
Esto no lo ignoraban quienes dieron el golpe de Estado… ¡para derrocar al gobierno que se decía defender, cuando faltaban pocos meses para las elecciones generales!
El programa del golpe iba mucho más allá del “aniquilamiento de la subversión”. Buscaba terminar con toda veleidad del desarrollo autocentrado de la economía argentina. Y para ello entendían que era imprescindible destruir a la clase trabajadora, incluso al precio de destruir la industria.
La experiencia histórica de la oligarquía argentina y las empresas imperialistas mostraba que de todos los legados inmanejables del peronismo, el peor era la existencia de una clase trabajadora organizada, dispuesta a resistir todo intento de retroceso al 3 de junio de 1943 o incluso a la semicolonia agroexportadora del primer Centenario.
Suprimir política y socialmente una clase entera exige un régimen de terror. Y el que se desató sobre nosotros apuntó no solo al descabezamiento físico de las organizaciones populares sino a la extirpación de toda aspiración mínimamente reformista en un sistema de círculos concéntricos: irían terminando primero con los más activos, luego con los simpatizantes, y finalmente con los neutrales. Todavía hoy andan criminales de lesa humanidad como el “Tigre” Acosta o Alfredo Astiz insistiendo en versiones actualizadas de esta tesis. Por ejemplo, aún no rinden cuentas por sus crímenes de lesa humanidad José Alfredo Martínez de Hoz, Juan Alemann o Roberto Alemann. Mucho más grave aún es que el veneno político/ideológico de su pensamiento no solo sobrevivió, sino que se ha revitalizado e inspira a todo el arco contubernista de la oposición y los grandes medios de comunicación.
El significado profundo del 24 de marzo de 1976, y lo que explica el carácter sanguinario del Proceso de Reorganización Nacional, es el intento de liquidar el desarrollo industrial autocentrado de la Argentina. Como bien dijo el “Tigre” Acosta, se quedaron cortos: para ganar esa apuesta, tenían que haber asesinado a millones de compatriotas, a todos los argentinos que sobraban en el esquema oligárquico – imperialista que luego se llamó neoliberal. No lo han logrado. Convirtieron al país en un infierno para los sectores populares y redujeron a la indigencia a las grandes mayorías.
Pero estas se expresaron en diciembre de 2001 y luego, en elecciones democráticas, condenando esas políticas y sus resultados. Y ahora somos nosotros quienes tenemos que seguir avanzando: no basta con castigar en el ámbito judicial a los ejecutores de esa política nefasta. Es el momento de exigir y lograr juicio y castigo a los sectores sociales que están en la base del golpe. Solo entonces podremos estar seguros de que no habrá un “NUNCA MAS”, definitivo y final.
EL PUEBLO A LAS CALLES
EL FRENTE NACIONAL AL PODER
LOS ASESINOS DE LA PATRIA A LA JUSTICIA
NUNCA MÁS UN GOLPE OLIGARQUICO
JUICIO Y CASTIGO A J. A. MARTINEZ DE HOZ
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